La oficina del Cirujano General de los Estados Unidos estima que más de 20 millones de personas sufren adicciones, mientras la crisis nacional por sobredosis de drogas no muestra signos de desaceleración.
Sin embargo, todos los reportes indican que no hay suficientes médicos que se especialicen en el tratamiento de la adicción, médicos con amplia capacitación clínica que cuenten con una certificación oficial en esta especialidad.
La epidemia de opioides ha puesto en evidencia este déficit profesional. Y está obligando a las instituciones médicas del país a crear becas para estudiantes de medicina que deseen tratar estos trastornos con la misma precisión científica que otras enfermedades.
Estas becas, que ya suman más de 60, ofrecen a los médicos un año o dos de capacitación de posgrado en clínicas y hospitales donde aprenden enfoques basados en la evidencia para el tratamiento de la adicción.
Estos programas están atrayendo a una nueva y talentosa generación de médicos idealistas, tan idealistas como la doctora Hillary Tamar.
En busca de pacientes necesitados
Tamar, ahora en su segundo año de residencia en medicina de familia en Phoenix, asegura que no pensó en la especialidad en adicciones cuando empezó a estudiar en Chicago.
“La verdad es que, como estudiante de medicina, una hace su rotación en Urgencias, nos distanciamos de los pacientes llamándoles ‘los que buscan el dolor’, y no está bien”, señaló Tamar.
Pero en su cuarto año en la facultad de medicina, le asignaron una rotación en un centro de rehabilitación en el sur de Arizona.
“Pude conectar con las personas de una manera que no lo había hecho en otra especialidad”, recordó la joven de 28 años.
Trabajar con estos pacientes transformó su manera de entender la adicción, contó Tamar, y le mostró el potencial que tenían los médicos para cambiar vidas.
“Pueden pasar de ocupar todo su tiempo en busca de una droga a ser hermanos, hermanas, hijas y padres que preparan de nuevo el desayuno para sus hijos”, explicó. “Es realmente poderoso”.
Cuando Tamar termine su residencia, piensa solicitar una beca en medicina de la adicción. Para ella, la medicina de la adicción es como la atención primaria, una manera de construir relaciones duraderas con los pacientes. Y una forma de enfocarse en algo más que en un diagnóstico único.
“Me encanta cuando veo pacientes de adicción en mi turno, incluso si están embarazadas y consumen metanfetaminas”, comentó. “Siento que tengo la oportunidad de hacer el bien, es emocionante”.
Si hay un programa, habrá pacientes
Se necesitan muchos médicos con el entusiasmo de Tamar, señaló la doctora Anna Lembke, directora de medicina de la adicción en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford e investigadora de larga experiencia en este campo.
“Hace sólo 10 años me resultaba imposible encontrar a un estudiante de medicina o residente interesado en aprender sobre la medicina de la adicción. Simplemente no había”, contó Lembke.
Pero Lembke ve un cambio en esta nueva generación de médicos que se sienten atraídos por esta especialidad porque les preocupa la justicia social.
“Ahora vienen a verme estudiantes de medicina y residentes, me envían correos electrónicos; y todos quieren aprender más sobre la adicción”, señaló Lembke.
Históricamente, el camino hacia la medicina de la adicción pasaba por la psiquiatría. Ese modelo comenzó a cambiar en 2015 cuando la American Board of Medical Specialties, considerada el modelo de referencia en la certificación de médicos en los Estados Unidos, reconoció la medicina de la adicción como una subespecialidad genuina y abrió la capacitación a médicos de otras especialidades.
Lembke explicó que, hasta entonces, no había manera de conseguir que se aprobaran becas para el campo de la adicción a través del Accreditation Council for Graduate Medical Education (ACGME), reconocido a nivel nacional. Y eso dificultaba el reclutamiento de jóvenes talentos y la obtención de fondos para sus becas.
El año pasado, ACGME comenzó a acreditar su primer grupo de programas de becas en medicina de la adicción.
“Existe una enorme brecha entre la necesidad y los médicos disponibles para proporcionar ese tratamiento”, dijo Lembke.
“Al menos la comunidad médica ha comenzado a despertar y a considerar no sólo su papel en el desencadenamiento de la epidemia de opioides, sino también la manera en que se deben tomar medidas para resolver el problema”, agregó.
Poniendo los cimientos
Cuando el doctor Luke Peterson terminó su residencia en medicina de familia en Phoenix en 2016, no había becas en medicina de adicción en Arizona.
Así que se mudó a Seattle con una beca de un año en la Swedish Cherry Hill Family Medicine Residency. Allí aprendió, entre otras cosas, a tratar a las embarazadas que se recuperan del consumo de drogas.
“Necesitaba este tipo de beca si quería tener un impacto y poder enseñar a otros a tener el mismo impacto”, dijo Peterson, quien ayudó a fundar un programa de becas para medicina de la adicción en Arizona. El programa tiene su sede en Phoenix, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona y en su hospital universitario, operado por Banner Health y Phoenix VA.
Las dos becas de Arizona para medicina de la adicción recibieron la acreditación de ACGME el año pasado, un sello de aprobación que convirtió a los programas en opciones deseables para los nuevos médicos, señaló Peterson.
No todos los médicos que quieren tratar el trastorno por abuso de sustancias necesitan acceder a una beca, dijo. De hecho, su objetivo es integrar la medicina de la adicción en la atención primaria.
Pero un especialista puede servir como centro de referencia y recursos para los médicos de la comunidad.
Por ejemplo, los médicos pueden aprender de un especialista como Peterson a proporcionar tratamiento asistido por medicamentos como la buprenorfina.
Líderes de salud pública han presionado para que más médicos se capaciten en tratamientos basados en la evidencia, como la buprenorfina, que ha demostrado reducir el riesgo de muerte entre las personas que se han recuperado de una sobredosis de opioides.
“A medida que proporcionemos más educación y más apoyo a los médicos de atención primaria, se sentirán más cómodos evaluando y tratando la adicción”, explicó Peterson.
La llegada de Peterson a la medicina de la adicción comenzó durante una rotación con un médico de familia en una zona rural de Illinois.
“Cuando muchos médicos se sienten incómodos —quizás un paciente viene a pedir analgésicos y uno ve los efectos secundarios negativos—, él no evitó la situación”, aseguró Peterson. “La afrontó con claridad”.
Fue una experiencia formativa para Peterson, y quiere que la tengan otros jóvenes médicos. Porque dice que es urgente.
“Dentro de 20 o 30 años”, explicó Peterson, “esos estudiantes de medicina van a mirar hacia atrás, a mi generación, y nos juzgarán por cómo hemos respondido a esta epidemia”, de la misma manera que él y sus colegas miran ahora la forma en que los médicos manejaron la epidemia del VIH.
Uno de los primeros pasos para detener la epidemia, dijo, es asegurarnos que tenemos suficientes médicos en los consultorios y hospitales que sepan cómo responder.
Hoy, muchos estudiantes de medicina como Michelle Peterson (sin parentesco con Luke), dicen que también sienten el llamado.
Ella está en su primer año en la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona y se interesó en la adicción después de trabajar en un centro de tratamiento ambulatorio.
Contó que ya les enseñan sobre la adicción en clase, que escucha a médicos especialistas y que ve el compromiso de muchos de sus compañeros.
“Definitivamente no soy yo sola”, dijo. “Hay mucha gente realmente interesada en la adicción”.
Es una tendencia que ella y sus mentores esperan que continúe.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a KJZZ, NPR y Kaiser Health News.