Cuando Michelle Fenner se inscribió para correr la Maratón de Los Ángeles de este año, se puso a pensar: Tijuana, México, está a sólo a dos horas y media en auto. ¿Por qué no hacer un viaje a la frontera y comprar algo de insulina para su hijo?
“Es fácil cruzar la frontera”, reflexionó Fenner.
Esta idea había estado en la mente de Fenner durante un tiempo. A su hijo le diagnosticaron diabetes tipo 1 hace nueve años, lo que significa que necesita inyecciones diarias de insulina para vivir. El precio de la insulina se ha disparado desde su diagnóstico. El año pasado, le dijeron a Fenner que debía pagar $3,700 por un suministro de insulina de tres meses.
Ese mismo suministro costaría sólo unos $600 en México.
Así que, cuando reservó su viaje a Los Ángeles, Fenner dijo: “He decidido que necesitamos actualizar nuestros pasaportes para ir a comprar más insulina”.
Fenner no es la única que piensa así. El gobierno de los Estados Unidos calcula que cerca de un millón de personas en California cruzan a México anualmente para recibir atención médica, incluyendo la compra de medicamentos recetados. Y entre 150,000 y 320,000 estadounidenses dicen que la atención médica es una de las razones por las que viajan al extranjero cada año. El ahorro es la razón que se cita con más frecuencia.
La compra de medicamentos como derecho
El año pasado, en Utah, el Plan de Salud para Empleados Públicos (PEHP, por sus siglas en inglés) llevó esta idea a un nuevo nivel con su Pharmacy Tourism Program. Para ciertos miembros del PEHP que usan uno de los 13 costosos medicamentos recetados, incluyendo el popular medicamento para la artritis Humira, la aseguradora paga el viaje del paciente y un acompañante a San Diego, y luego los lleva a un hospital en Tijuana, México, para recoger un suministro de medicamentos para 90 días.
“El costo promedio de un medicamento elegible en los Estados Unidos supera los $4,500 por mes, en México es del 40% al 60% menos”, explicó Travis Tolley, director de servicios clínicos del PEHP, al anunciar el programa en octubre.
El programa fue parte de un proyecto de ley conocido como Right to Shop (“Derecho a Comprar”) promovido en 2018 por Norm Thurston, economista experto en atención de salud y representante del estado de Utah. Thurston dijo que todavía no hay suficientes datos para saber cuánto se ahorra con el programa. Los primeros pacientes viajaron a Tijuana en diciembre.
Sin embargo, Thurston indicó que, en los próximos seis meses, los ahorros podrían ser de “alrededor de un millón de dólares”.
Pero, ¿es legal? Esta es una de las preguntas que surgen sobre estos viajes al extranjero para comprar medicamentos recetados.
Según la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), “en la mayoría de los casos, es ilegal que los individuos importen drogas a los Estados Unidos para uso personal”. Sin embargo, el sitio de internet de la FDA proporciona información sobre cuándo se puede permitir. Y el sitio de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos tiene una sección completa sobre cómo viajar con medicamentos en su guía “Know Before You Go”.
Aunque la guía puede no responder todas las dudas, según Thurston, este tipo de compra para uso personal es una práctica ampliamente establecida.
“Al hablar con las personas sobre el tema vemos que nadie ha tenido problemas legales por hacerlo. Y sucede todos los días en todos los cruces fronterizos del país”, dijo Thurston.
“El entendimiento general es que se puede traer un suministro de hasta 90 días de una receta desde el extranjero, aunque técnicamente viole la ley”, explicó Nathan Cortez, profesor de derecho de la Southern Methodist University.
“Creo que la FDA no quiere preocuparse por las personas que van al extranjero y traen pequeñas cantidades de recetas que duran unos meses”, señaló Cortez, y agregó: “Eso no significa que la FDA no pueda cambiar de opinión y comenzar a tomar medidas enérgicas”.
Otra preocupación que surge al hablar del turismo médico es la calidad de ese medicamento importado. Según la FDA, la razón por la que es ilegal importar medicinas es porque la agencia “no puede garantizar su seguridad y eficacia”. En 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que el 10% de los medicamentos en los países en desarrollo eran de mala calidad o estaban falsificados.
Para abordar ese problema, el programa de Utah envía a sus pacientes sólo a un hospital mexicano designado y acreditado. Los pacientes individuales como Michelle Fenner deben tomar sus propias precauciones.
“Te pones un poco nerviosa. Hay que comprar en una farmacia con buena reputación”, comentó Fenner. Para conseguir recomendaciones de farmacias, ha estado consultando con amigos y conocidos que han comprado insulina en México. Y ahora llama a esas farmacias para asegurarse que tienen el tipo de insulina que quiere comprar. Cuando se acerque la maratón del 24 de marzo, piensa llamar para hacer su pedido.
Fenner, que divide su tiempo entre Dallas, Texas, y Arvada, Colorado, dijo que la cantidad que espera ahorrar en insulina podría justificar múltiples viajes a México cada año.
Ahorros globales
Fenner es sólo una de los cada vez más numerosos activistas en internet que discuten sobre el enorme esfuerzo que hacen para poder pagar por la insulina. Lija Greenseid es parte de este grupo. Su hija tiene diabetes tipo 1.
Casi un año después del diagnóstico, Greenseid y su familia estaban visitando Quebec, en Canadá, en julio de 2014. El nivel de azúcar en sangre de su hija comenzó a subir y Greenseid temió que la insulina no le funcionara, así que fue a una farmacia. Sin receta médica y pensando que la vida de su hija podía estar en peligro, Greenseid estaba dispuesta a pagar lo que fuera.
Entonces supo que la caja de insulina que normalmente cuesta $700 en los Estados Unidos, sólo costaba unos $65 en Canadá.
“En ese momento empecé a llorar. No podía creer lo barato que era y lo fácil que era comprarla”, dijo Greenseid.
“Le dije al farmacéutico: ‘No se imagina lo difícil que es conseguir la insulina en los Estados Unidos. Es mucho más cara’. Y él me dijo:’¿Por qué hay que hacerlo difícil? Se necesita insulina para vivir”.
Cuanto más viajaba Greenseid con su familia, más se daban cuenta de lo barata que era la insulina en todas partes excepto en los Estados Unidos. En Nuremberg, Alemania, pudo conseguir esa caja de insulina de $700 por $73. La misma caja costaba $57 en Tel Aviv, Israel, $51 en Grecia, $61 en Roma y $40 en Taiwán.
“En los Estados Unidos nos acostumbramos a pensar que la atención de salud tiene que ser difícil y costosa, y la gente no piensa que podría ser mucho más fácil y menos costosa en otros lugares”, señaló Greenseid. “De hecho, ese es el caso en la mayoría de los países”.
Esta historia es parte de una asociación que incluye Side Effects Public Media, NPR y Kaiser Health News.