Phyllis Krantzman sabe lo que debería hacer, pero al igual que muchos de sus amigos, la mujer de 71 años no tiene idea de cómo acercarse a un conocido casual para preguntarle quién se hará cargo de ella cuando más lo necesite.
Krantzman, quien vive en Austin, Texas, forma parte de un número creciente de adultos mayores que se encuentran solos justo cuando el envejecimiento y la atención al final de la vida se vuelven algo real.
Soltera y sin hijos, Krantzman tenía una hermana siete años menor que murió en 2014. La red social de Krantzman se limita ahora a un puñado de colegas del trabajo y a algunos conocidos.
“Tengo mucho miedo de que, cuando llegue ese momento de la vida en el que realmente necesite ayuda, tal vez ya no pueda cuidarme sola”, dijo. “No tengo a quién acudir”.
Krantzman representa un universo que se conoce entre los geriatras como “adultos mayores huérfanos”: personas de la tercera edad sin parientes que les ayuden a lidiar con los problemas físicos y de salud mental. El creciente número de esta población impulsó a la Sociedad Americana de Geriatría a lanzar directrices para los adultos mayores que ya no pueden tomar sus propias decisiones médicas, y que no han designado a nadie para tomarlas por ellos.
La organización sin fines de lucro los apodó “los sin amigos” y pidió un esfuerzo nacional para ayudar a prevenir una oleada de adultos mayores incapacitados que no tengan quien decida por ellos, y que estén enfrentando una crisis de salud.
Las personas mayores solteras siempre han existido, pero los cambios demográficos y sociales han transformado lentamente el envejecimiento de la población en los Estados Unidos. Hacia 1900, la esperanza de vida promedio era de 47 años. Ahora, la combinación del aumento de la longevidad, la extensa y canosa generación de baby boomers, la baja del matrimonio, el aumento del divorcio, menos hijos y la movilidad familiar le han dado la espalda al sistema de cuidado tradicional.
Los siguientes son algunos de los indicadores:
— Un reporte del 2016 de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) muestra que el número de estadounidenses mayores de 100 años aumentó casi el 44% entre 2000 y 2014.
— El 22% de las personas de más de 65 son –o están en riesgo de ser- adultos mayores huérfanos, según un estudio del 2015 liderado en Nueva York por la geriatra Maria Torroella Carney, de The Feinstein Institute for Medical Research.
— Un informe del Censo de los Estados Unidos de 2014 proyectó que para 2050, la población de 65 años y más será de 83.7 millones, casi el doble del estimado del 2012 de 43.1 millones.
— La organización sin fines de lucro Population Reference Bureau en Washington, D.C., reportó a principios de año que la familia provee más del 95% del cuidado informal para los adultos mayores que no están en geriátricos.
“Los estadounidenses están menos tiempo casados”, dijo Susan Brown, del National Center for Family & Marriage Research de la Bowling Green State University, en Ohio, lo que “plantea preguntas acerca de quién va a cuidar a estas personas a medida que envejecen y su salud se deteriora”.
Mark Mather, demógrafo del Reference Bureau, dijo que la combinación de los baby boomers y la descolocación familiar está creando “una potencial crisis de cuidado, o por lo menos grandes desafíos”.
Los boomers más viejos tienen ahora 70 años. Con más en el horizonte, el impacto de una familia más pequeña será más grande: los baby boomers tuvieron menos niños que las generaciones anteriores, y un número significativo no tiene hijos, dijo el demógrafo Jonathan Vespa, del Censo de los Estados Unidos.
“A medida que la gente tiene menos hijos, hay menos personas en esa generación para ayudar a cuidar a los de más edad”, dijo.
Nueva información del censo, de 2015, refleja más adultos mayores que viven solos, de los cuales el 42,8% tiene 65 años o más.
Sin embargo, han surgido nuevos giros, como las viviendas compartidas, en los que las personas viven de forma independiente en grupos de viviendas con un edificio común para las comidas y la socialización. Tal idea, dijo el gerontólogo Jan Mutchler, del Instituto de Gerontología de la Universidad de Massachusetts, sugiere un “cambio en la forma en que la gente está pensando en quién puedo confiar y quién va a estar ahí para mí”.
Katie McGrail, de 77 años, pasó gran parte de su vida laboral en San Antonio o Nueva York, finalmente retirándose a Texas hace cinco años. McGrail y sus amigos sueñan con “tener pequeñas casas en círculo, y en el centro una enfermera y una buena cocinera”.
Mary Gleason, de 85 años, es hija única, soltera y sin hijos. Ella vivió en St. Thomas, en las Islas Vírgenes durante 51 años, en donde cultivó un grupo cercano de “amigos extremadamente solidarios”. Ella contó que la mayoría es de 5 a 15 años más joven, lo que fue importante en enero pasado, cuando Gleason tuvo una cirugía a corazón abierto.
“Eso fue todo”, dijo, señalando que nunca habló del cuidado futuro. “Ahora que me siento mucho mejor, trato de mantenerme lejos de discutir ese tipo de cosas”.
Es una mentalidad que el gerontólogo Mutchler conoce bien.
“La gente en general evita planear cosas desagradables”, dijo. “Muchas personas no tienen testamentos ni piensan en el cuidado a largo plazo o lo que harían si lo necesitaran”.
Timothy Farrell, médico y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Utah en Salt Lake City, quien trabajó en las nuevas directrices de la Sociedad Americana de Geriatría, dijo que “encuentra regularmente pacientes sin un representante claro”.
Las directrices incluyen “identificar sustitutos no tradicionales”, como amigos cercanos, vecinos u otros que conocen bien a la persona”.
El impulso para promover los lazos sociales entre adultos mayores es parte de una campaña nacional lanzada en noviembre por la Fundación AARP y la National Association of Area Agencies on Aging, una organización sin fines de lucro. El objetivo es combatir la soledad.
Krantzman dice que el insomnio, que la ha atormentado durante décadas, ha profundizado su aislamiento.
“Tuve que dejar de tener amigos cercanos y esa es una de las razones por las que me encuentro tan sola”, dijo.
Aunque trabaja medio tiempo y vive en un complejo gubernamental para personas de la tercera edad de bajos ingresos, Krantzman dijo que la computadora que compró a los 62 años amplió su horizonte para conectarse con otras personas.
“La computadora es muy importante para mí porque tengo muy poca gente en mi vida”, dijo. “Tener la computadora ha cambiado mi vida por completo”.
La cobertura de KHN sobre el final de la vida y las enfermedades graves es apoyada por The Gordon and Betty Moore Foundation