Lynette Henley necesitaba un año más para poder recibir su pensión completa después de 40 años como maestra, pero no podía convencerse a sí misma de que valía la pena el riesgo.
Entonces, Henley, de 65 años, quien tiene diabetes e insuficiencia cardíaca congestiva, se jubiló en junio pasado como maestra de matemáticas e historia en la escuela secundaria Hogan, en Vallejo, California, cuyos alumnos son principalmente negros e hispanos (que pueden ser de todas las razas).
“Estás en un aula con 16 a 20 niños y a muchos de mis estudiantes no los vacunaron”, dijo Henley. “Simplemente no me sentía segura. No valía la pena morir por enseñar”.
Henley, que es negra, es parte de una ola nacional de maestros que están dejando la profesión, en especial maestros que son parte de minorías. En medio de la tóxica alquimia de muerte, enfermedad y cierre de escuelas durante la pandemia, este retiro masivo de maestros experimentados ha creado una tensión extra para los estudiantes.
El California State Teachers’ Retirement System informó un aumento del 26% en la cantidad de retiros de maestros en la segunda mitad de 2020, en comparación con el mismo período en 2019.
De los encuestados, más de la mitad citó los desafíos de enseñar durante la pandemia como su razón principal para jubilarse. Una encuesta nacional publicada por la National Education Association el 1 de febrero encontró que el 55 % de los maestros planeaba retirarse antes de lo previsto, frente al 37 % en agosto de 2021. Las cifras fueron más altas entre los educadores negros (62 %) y los latinos (59 %).
El problema fue palpable en enero, cuando se reanudaron las clases presenciales en el sur de California. En algunos distritos grandes, más de una cuarta parte de los estudiantes faltaron la primera semana. Algunos de los que regresaron a las aulas, no tenían a sus maestros, reemplazados por sustitutos poco calificados.
Bryan Monroy, profesor de física en 11vo grado en la Lennox Mathematics, Science & Technology Academy, en la sección Inglewood de Los Ángeles, entró a una escuela medio vacía después de las vacaciones de invierno.
Faltaban cinco maestros, alrededor de una quinta parte del personal de la escuela charter, presuntamente enfermos de covid o cuidando a familiares, dijo Monroy, de 29 años. Y eso se suma a un problema subyacente de contratación y mantenimiento del personal, dijo.
“Contratamos a algunas personas para enseñar química y matemáticas, y por cualquier razón tuvieron que renunciar a mitad de año durante la pandemia sin nadie que los reemplazara”, dijo. “Los niños tuvieron que terminar su año con suplentes y asistentes, y eso fue muy difícil para ellos”.
Covid ha sido más duro con los maestros de color porque muchos de ellos regresan a las comunidades donde se criaron y que más han sufrido, dijo Monroy. Sus estudiantes son casi todos hispanos y alrededor del 75% reciben almuerzo gratis o a precio reducido, dijo. Como hijo de inmigrantes mexicanos, puede entender sus desafíos, pero “debido a que hay tantas similitudes que resuenan entre mis hijos y yo, el trauma indirecto también es aún más real”.
Estudios han demostrado que los maestros de color mejoran los resultados educativos de los estudiantes del mismo origen. Pero los maestros negros e hispanos tienden a tener carreras docentes más cortas que sus colegas blancos, según un informe del Departamento de Educación de los Estados Unidos, que cita la falta de apoyo y las malas condiciones de trabajo como el impulso por los retiros anticipados.
Según un estudio de 2019 realizado por el Learning Policy Institute, un grupo de investigación sin fines de lucro en Palo Alto, la escasez afecta al 80 % de los distritos escolares de California, más gravemente a aquellos con familias de bajos ingresos y estudiantes de color.
Para compensar la brecha, las escuelas han contratado suplentes mal preparados, lo que agrava las dificultades de aprendizaje, dijo Tara Kini, jefa de personal y directora de política estatal del Learning Policy Institute.
Otro estudio realizado por su grupo encontró que las escuelas con más minorías tenían cuatro veces más probabilidades que las escuelas mayoritariamente blancas de emplear maestros no certificados.
La caída de los puntajes de las pruebas estandarizadas en California el año pasado reveló una brecha de aprendizaje cada vez mayor entre los estudiantes blancos, los negros y los latinos.
Un poco más de un tercio de los estudiantes negros e hispanos cumplieron o superaron los estándares en inglés, en comparación con el 60 % de los blancos. En matemáticas, solo alrededor de una quinta parte de los estudiantes negros e hispanos cumplieron o superaron los estándares, en comparación con casi la mitad de los estudiantes blancos.
En relación con 2018, los puntajes de los estudiantes hispanos cayeron 12 puntos porcentuales en inglés. Los puntajes de los estudiantes blancos cayeron 5 puntos porcentuales, mientras que los de los estudiantes negros se mantuvieron casi iguales, en promedio.
El aprendizaje en línea ha sido más difícil para los niños más pobres, lo que ha contribuido a las dificultades de sus maestros. En julio de 2020, la Universidad del Sur de California y Partnership for Los Angeles Schools encuestaron a más de 1,100 familias del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles cuyos hijos asisten a escuelas públicas históricamente de bajos ingresos y descubrieron que cerca de 1 de cada 6 no tenía acceso a Internet y aproximadamente 1 en 12 solo tenían internet en sus celulares. Además, 1 de cada 7 dijo que nunca tenía un espacio libre de ruidos o distracciones.
Mientras tanto, enseñar en persona con la amenaza de covid es “vivir en un estado de ansiedad constante” porque una sola prueba positiva en el aula puede interrumpir todos los planes de enseñanza en un segundo, dijo Katie Caster, gerente de currículo y evaluación de Latinos for Education en Boston, un grupo que asesora a nuevos maestros.
Caster dijo que los maestros de color tienen una carga adicional. “Yo lo llamo el impuesto marrón. Tienen que ir más allá todo el tiempo, ya sea la conexión cultural, el idioma, que se le pida traducir o conectar a las familias con los recursos”, dijo. “La pandemia ha exacerbado el problema”.
Problema que ya se reflejaba en un estudio de 2019 realizado por las organizaciones sin fines de lucro Teach Plus y Education Trust, que encontró que los maestros de color sienten la presión de asumir trabajo adicional para ayudar a los estudiantes que comparten sus antecedentes demográficos.
Monroy dijo que la pandemia lo hizo cuestionar su carrera.
“Antes de la pandemia yo estaba 100% seguro de que seguiría enseñando y me jubilaría como docente”, dijo Monroy. “Ahora, sintiendo temor de venir a trabajar en vez de entusiasmo, tengo mis dudas de llegar a fin de año, y mucho menos, quedarme hasta que me retire”.
En la Escuela Secundaria San Gabriel del condado de Los Ángeles, donde casi las tres cuartas partes de los 1,777 estudiantes tienen desventajas socioeconómicas, las calificaciones bajaron durante el año de aprendizaje virtual, dijo el maestro de banda y música Benjamin Coria. “Estos estudiantes estaban ocupados con cosas relacionadas con la pandemia, como cuidar a sus hermanos o trabajar”, dijo. “Algunos simplemente no se comprometieron sin importar cuántas veces llamaste a sus casas”.
La escuela de Coria es parte del Distrito Escolar Unificado de Alhambra, donde el ausentismo fue del 27 % en la primera semana de regreso a la escuela, a partir del 3 de enero. En el vecino distrito de Los Ángeles , el índice de ausentismo fue del 31 % cuando se reanudaron las clases el 11 de enero. (Al 4 de febrero, la tasa de ausentismo del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles se había reducido al 13 %; Alhambra no pudo proporcionar cifras actualizadas).
El distrito de Alhambra, cuyos maestros son 70% de color, contrató a 286 suplentes para ayudar a llenar los vacíos de maestros enfermos o con licencia. En muchos casos, los mismos administradores del distrito actúan de suplentes. Aún así, la escuela ha tenido que planificar días especiales sin clases para ayudar a los maestros a ponerse al día.
La pandemia también le ha pasado factura a Coria. Su padre murió justo antes de la pandemia y perdió a un abuelo por covid un año después. Los horarios escolares y laborales complicados han agudizado los desafíos diarios para él, su esposa y sus dos hijos. “Todas estas cosas que normalmente serían difíciles son mucho más difíciles en este entorno”, dijo Coria, de 39 años, quien ha enseñado durante 16.
Pero Coria, cuyos padres fueron primera generación de mexicoamericanos, no se está retirando. Hace todo lo posible por mantenerse optimista en el aula, dijo, y sonríe incluso cuando no tiene ganas de sonreír.
“Nosotros fijamos el clima”, dijo. “Si no estamos de buen humor, entonces los estudiantes no lo estarán. Cualquier cosa que pueda hacer para que el ambiente sea un poco más positivo, incluso para mí”.
Esta historia fue producida por KHN, que publica California Healthline, un servicio editorialmente independiente de la California Health Care Foundation.